martes, 29 de enero de 2013

Y el amor... de una patada comienza otra vez.


Ahora estoy sentado en mi cama, con la computadora en mis manos, esperando una respuesta que no sé si voy a obtener. Me tienta ir a ponerme frente al espejo y empezar a preguntarme en qué estoy fallando o de qué me estoy perdiendo. Figuro de forma fugaz en mi cabeza que allá afuera en algún lugar debe haber otros que pasan situaciones mucho peores, pero al instante me frena pensar el hecho de minimizar este tipo de cuestiones en relación a otras personas que nada tienen que ver con esto o el momento en el cual me encuentro ni yo con los suyos. 

A veces siento que las situaciones se esfuerzan por definirme de una u otra forma (un esfuerzo inútil de su parte puesto que considero que todo tiene sus matices, no todo tiene que ser blanco o negro ni tampoco todo tan estructurado y rígido). Lo que sí tengo que admitir que soy bastante obstinado y trato de mantener la cabeza en alto, creo por ahí tanto que me la paso en las nubes. A pesar de esto me invade una extraña sensación mediante la cual puedo ver la desesperación que hay en mi interior y de saber que de seguir indagando en ella no sé qué es lo que encontraré.
De lo que estoy seguro es que todo esto pasa, porque esa es la verdad, independientemente del tiempo que permanezca aquí conmigo, toda situación siempre pasa. Y puede ser algo molesta e incómoda pero tiene sus pro, porque sirve de combustible para movilizarme ya sea escribiendo como lo hago ahora mientras con los auriculares escucho canciones en las cuales se define bastante bien el sonido del piano que es uno de mis instrumentos favoritos (nada que ver eso con lo anterior pero no sería yo si no divago un poco), hacer garabatos en alguna hoja o buscar lecturas que llamen mi atención. De esta forma llegan esas “respuestas silenciosas” que acomodan un poco los tantos, la idea es moverse, hacer algo y así acelerar un poco el proceso.
“…El silencio es fácil, él solo llega a mi…” dice una parte de una canción que escuché hace unos minutos. Una vez me dijeron que mis silencios tienen mucho más poder que todas las palabras que pueda llegar a decir o asentar y que lo domino sin esfuerzo alguno. Yo creo que en ese punto se equivocaron enormemente, soy de mucho silencio y hablo poco simplemente porque la mayor parte del tiempo no tengo nada para decir tan simple como eso. Ya me estoy desvirtuando del tema o en simples palabras me estoy yendo al carajo, otra vez. ¡La que me pario! (¡Mamá! Es solo una expresión espero no lo tomes a pecho ¡je!)
Hora de levantarme a preparar el desayuno. Como ya lo dije y lo vuelvo a repetir, toda situación siempre pasa, la cagada es que cada muerte de obispo a alguna de ellas se les ocurre volver a visitarme.

Nota: El título y la imagen nada tienen que ver con lo escrito, estaba escuchando música y me causo gracia la parte de un tema que decía así. Tampoco la imagen, es la que tengo de foto de perfil de Facebook así que se fue a parar ahí también. Como es costumbre de este blog nada tiene que ver con nada ¡je!.