lunes, 1 de diciembre de 2014

El bar va cerrando, solo se escucha este extraño ruido que parece venir de ninguna parte, espero tranquilo mientras mi mundo empieza a retomar su curso. Pienso en si alguna vez alguien sintió ese amor especial hacia mí si nunca nadie realmente me llevó consigo cuando partía.
Llega a mis oídos un susurro de las hojas de los árboles que me pregunta cómo me lleno de polvo tan fácilmente. Hace frío y sigo conservando la misma tormenta de hace años, llevando siempre el invierno en cada una de mis andanzas. De algunas estaciones simplemente no puedo escapar. Lo que no daría, por un corazón de plástico que sepa cómo vivir, más rápido de lo que he aprendido. Sin embargo no me arrepiento del retraso y sigo pensando en algo que espero se pueda rescatar.
Escucho las sirenas sonando afuera, la ventana se va abriendo dejando entrar un aire vacío. La ciudad ya no me parece estar muriendo, tiene mucho que compartir pero me mantiene en suspenso. Apuestas rotas regadas por el piso formando compases de canciones como si toda mi vida estuviera plasmada en ellas, melodías de personas que nunca seré.
Todavía llevo en mi interior la esperanza que me despertaron tus ojos y ciertos días sé que es mejor si no digo una sola palabra. Supongo que debería estar orgulloso de la forma en que he aprendido a convertir esto en un silencio lo suficientemente fuerte como para apagar el ruido de todas las personas que alguna vez despedazaron este corazón.
Atrapado en un traje de un viajero desgastado a causa de lecciones que he aprendido hace años. He ahogado todos mis mapas en ríos de kerosene, con lo que, todo se ha ido mucho más rápido de lo que había planeado. Una década yace frente a mis ojos, solo gente extraña transita los bordes de mis rutas. Ya no necesito de más tiempo, sino de alguien que me acompañe a casa. No soy nada más ni nada menos que voluntad, quizás haya sido un regalo o bendición haber estado tanto tiempo solo.
El tráfico parece haber desaparecido de mi sendero, en la mañana después de todas esas reacciones químicas a las cuales mi sangre no está acostumbrada. Mientras mi alma le cuenta a la cuidad alguna historia que valga la pena ser contada cuando se haya librado de esta piel.
Debería ajustarme a alguna rutina y mantener mis pensamientos en sobriedad, antes de que el cielo se derrumbe sobre mí en una nueva noche. Mi sistema pareciera que nunca se apagará y sigo teniendo todo este amor en los bolsillos que nunca gasto. Hice un hábito de perderlo todo, supongo que es hora de que hacer las cosas como se deben. Me veo desequilibrado por amor sin estar convencido de saber de qué forma llegué tan lejos. A algunas cosas vale la pena acostumbrarse, sin embargo, otras vale la pena dejarlas ir.