Mis dedos tiran
de una pila de papeles que se apilan fuertes, sellados y ordenados cuidadosamente,
todo listo para ser guardado. Hastíos y garabatos tan afectados por las lluvias
o la falta de alguien con quien hablar.
Recuerdos de la luz del sol danzando
para luego dar paso al bajo consumo. Lunas en órbita alrededor de la
habitación, hasta que se pulsa algún interruptor. Recesos marciales y un
sentimiento cada vez menor que posiblemente era digno de otras copas más.
Cheques en blanco hechos al
tiempo para pagar una que otra promesa,
junto a algunas notas a punto de explotar. Almanaques con marcas de lápiz en
bandas doradas con nombres de ciudades donde el corazón podría encontrar un
lugar para estacionar. Sin embargo, toda programación de pagos a veces se
atrasa, como así también lo hace el tiempo.
“…Voy a sentar cabeza por un día,
luego volveré a empacar las cosas y seguir mi camino. Aunque me encantaría
quedarme…” “…Si los sueños se vuelven baratijas pequeñas en estanterías polvorientas
comenzaré a resucitar, uno por uno, hasta que logren cimientos lo
suficientemente firmes como para que me dejen ir…”
“…Mientras los críticos duermen
en esta noche, tranquilamente, yo voy a divagar…” “…Sigo esperando
pacientemente que pasen otros siete junio, para finalmente poder descansar…”
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