miércoles, 7 de noviembre de 2012

Icebergs en un lago.

No destapemos las viejas heridas y acompáñame bajo esas luces. A pesar de que nos perdamos en el camino, no me lo digas. Aunque la suerte nos ignore o me desahucie, déjame creer que somos santos. No quiero saber ni oír la realidad.
Me das puro veneno, y me lo bebo como si fuera oro. Si la fe me abandona, por favor, quédatela para ti. Porque mientes de una forma tan hermosa, que no puedo hacer más que creerte. Me mantienes con nuevas expectativas con cada palabra sale de tus labios.
Jugamos nuestro juego, y tú lo dominas tan bien. Sin embargo, sólo mostramos la parte blanca, buena y clara de nuestras personas. Los cimientos sobre los que nos sustentamos los mantenemos invisibles para nuestros ojos. Somos como icebergs, sólidos e invulnerables, prominente infranqueables en la mar.
Podemos quebrar cualquier ola sin el menor esfuerzo, nuestro frió corazón late tan fuerte y en las profundidades del hielo podemos sentir que nuestro destino está en algún lugar bajo aquellas luces. Porque tú así como yo también quieres brillar, muy por debajo del hielo te sientes como yo.
Tal vez llueva para nosotros mañana y en algún momento nos rindamos ante esas partes ocultas de nosotros mismos. He olvidado porqué, pero te he querido tanto. Cuando me marche deja todo lo oscuro de ti en aquellas tinieblas, promete que lo harás. Y si alguna vez nos volvemos a encontrar de nuevo te mostraré mi verdadero yo.

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