lunes, 12 de diciembre de 2011

Rendido.

Una escultura de hielo de un ángel se posó frente a mí y mientras más la abrazaba más se derretía en la distancia. Era una escultura de hielo de un ángel que, tan solo, no estaba hecha para mí. Tan melancólico mientras ella desaparecía, y decía: “¡Por favor no esperes!”. 
Toda mi fe se encontraba en pedazos, como un espejo roto, y mientras intentaba recolectarla, más me cortaba, lastimándome con su filo. Luego de un tiempo todas las piezas fueron reemplazadas mientras mi amor por ella se desvanecía, hacía algún lugar silencioso. Todavía escucho sus susurros transportados por la brisa, diciendo: “Vamos a vivir mientras nuestras almas siguen siendo libres”. 
Sin embargo estoy de rodillas, aprisionado al piso, gritando rendición como nunca antes lo había hecho. Aún sabiendo que no está bien, todavía sigo tratando de aferrarme. Estoy de rodillas, encerrado conmigo mismo el único a quien culpar. Porque soy demasiado débil como para extinguir esta llama.

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