Presenciamos adicciones cada día. Sería demasiado fácil si sólo fueran las drogas, las bebidas y el cigarrillo; en cambio, es impresionante las clases de vicios que existen. He visto personas adictas al amor o al enamoramiento (conozco mucha gente que hace parecer que enamorarse es tan fácil como pestañear, ojala fuera así, sin embargo las mismas demuestran actitudes que poco y nada tienen que ver con el sentimiento del amor más bien parecieran ser codependientes o que no pueden estar solas), al caos (las que constantemente tienen un problema que no las deja estar tranquilas, no hay un solo día en el que se encuentren realmente bien), al trabajo (aquellos que con una especie de compromiso escapan a otros de otros de otro tipo) y después estamos aquellos que estamos viciados por el recuerdo (esos que escapamos cuando podemos al mundo de los pensamientos por el solo hecho de que las personas nos resultan aburridas y predecibles como chiste que ya fue escuchado cincuenta veces; huimos junto a los pensamientos de esas personas que un día nos acompañaron haciendo que todo fuera un tanto distinto y mucho mejor). En fin, sobre la variedad de adicciones fuera de las típicas tres (drogas, alcohol, tabaco) hay mucho para decir.
Yo creo que la parte más dura de mandar a la mierda un hábito es, justamente, querer mandarlo a la mierda. Es decir, nos hacemos adictos por un motivo, ¿verdad? A menudo, y quizás demasiado a menudo, las cosas empiezan de cero como una parte normal de tu vida y, de algún modo, cruzan esa línea de la obsesión, compulsión.
Perder la noción de todo lo que nos rodea es el flash que llegamos a arrastrar, el mismo que hace que todo lo demás se apague lentamente. El caso es que lo que se puede apreciar es que la mayoría de las adicciones no acaban bien, porque tarde o temprano, lo que nos haya tenido drogados deja de hacerte sentir bien, empieza a doler o los espacios vacíos se vuelven aun más extensos.
Aún así, se dice que no mandas al carajo un hábito hasta que caes en lo más bajo. Pero, ¿cómo te das cuenta y sabes que has tocado fondo? Porque la verdad es que no importa cuánto daño nos está haciendo algo; a veces, dejar marchar eso a lo que eres adicto, nos duele mucho más.
Muchas veces he pensado en lo mismo, esas adicciones de las que no se hablan. ¿Qué cómo te das cuenta de que has tocado fondo? Cuando la has cagado tanto que estás sólo y tirado en un rincón de la casa sin fuerzas para nada...
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