viernes, 16 de diciembre de 2011

Trisquel.

A veces pareciera estar completamente prohibido descubrir aquellos sentimientos que llevamos tan bien escondidos. Es entonces cuando nos rendimos a nuestras propias condiciones y no hay competencia alguna. Pensando que es improbable pero no así imposible que algo que una vez palpitó con tanta fuerza con una simple chispa, deje una delgada línea entre fe y destino. 
Recuerdo aquellas veces que preguntabas si creía en las cosas que simplemente están destinadas. Cuando me contabas las historias de tu búsqueda que eran tan pintorescos los cuadros que creabas sin esfuerzo alguno. 
Pensé que solo seríamos amigos, sin embargo, algo tuyo se mezclo con lo mío y comenzó a multiplicarse haciendo que las situaciones de cada día se simplificaran, volviendo lo complicado en sencillo y lo sencillo en algo aún más simple. 
Se suponía que era un nuevo comienzo, no lo que en realidad termino siendo, el principio de un fin porque lo simple se volvió solo recuerdo. Y bien, desde entonces las cosas ya nunca más fueron lo mismo para mi. En estos últimos años, diciembre y enero son los meses en que dedico la mayoría de mis noches en pensarte. 
Creo que hay que entregar todo el amor que se puede dar cuando  se tiene la oportunidad de hacerlo, pero también siempre hay que guardar un poco de amor y no olvidarse de uno mismo.
Si las cosas no fueron como una vez lo planeamos, hay que buscar nuevas razones, quizás esforzarse un poco para ver las otras caras de estas situaciones, hablar un poco con uno mismo tratando de encontrar comprensión aún cuando terminemos algo confundidos   de quiénes somos realmente.
Los días más alegres suelen ser aquellos en los que parecen el primer día de esta vida, en cambio, hay otros en los que el recuerdo de lo ya vivido es mucho más fuerte y pareciera serlo todo.

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