El deseo del Hombre de Hojalata era tener un corazón... |
A veces me siento solo en la vereda, zapatero con los pies como un niño siguiendo el ritmo de los sonidos de la calle. Observo el brillo de luces reflejadas en vidrios rotos y pienso en cuales son todas las buenas razones que guarda mi mente y corazón. Eso aún no está claro para mí.
Ahí estoy y ahí he estado sosteniendo un sombrero de sueños rotos, hasta que hace unos años lo saqué y arrojé al viento cuando me di cuenta de que no me dejaba ver el cielo y necesitaba hacerlo.
Se escucha un pequeño chirrido en las bisagras de las puertas de entrada a mi corazón, que me deja saber si alguien anda dando vueltas a mis alrededores y quiere pasar. Sin embargo, hace años ya que tampoco se escucha nada y aún así no puedo dormir bien de todos modos.
Si nunca escuchaste el silencio de tu corazón debes saber que es el sonido más desagradable de todos los que existen. No se siente nada, no hay nada bueno que sentir por aquí. Tampoco suele haber mucho en la vereda. Podría salir a caminar por la ciudad, pero después me cuesta demasiado querer regresar.
Caigo en cuenta que la luz que se refleja en los vidrios rotos no es más que la mía y no termina de consumirse en todos esos fragmentos. Ya he visto morir demasiadas cosas buenas en mi y a veces se siente como si estuviera en una situación emocional casi terminal. Es como si toda emoción o sentimiento humano se apagara de a poco.
Si alguien puede, por favor, que me de un poco de dirección porque creo que el dolor quiere sentarse a mi lado otra vez. Y sinceramente por aquí no se está sintiendo nada... todavía...
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