sábado, 16 de julio de 2011

¡A la lucha!

Mil gracias a Dios, La Señora y los ángeles que siempre me acompañan.
Me perdí, ahí afuera, en ese lugar, en ese mundo, buscando nuevas formas de cometer errores. No era sorpresa para mí que las cosas solo empeoraran. Supongo que Dios nunca dejó que me ahogara. 
Sin embargo, no tuve que haberme mentido a mi mismo por tanto tiempo. No tuve que haberme dejado llegar tan lejos. No tuve que haber hecho que las personas que me quieren se hayan sentido tan abandonadas. No tuve que dejarme morir con el pasar de los días para ir al cielo, tan solo tuve que haber ido a casa. 
Aun teniendo buenos momentos pensaba que mi alma iba muriendo de a poco cada día. Siempre pidiendo disculpas y todos diciéndome que las cosas estaban bien. Deberían haberse alejado de mí y, por el contrario, nunca lo hicieron. 
Tan solo debía haber juntado las partes que dejé tiradas en el camino, mirar a los ángeles a los ojos, dejar que me abracen, volver a escucharlos y me llenen de vida. 
Ahora observo un poco el principio de todo esto y como era la vida antes de que comenzará todo eso. Tan solo la luz de una estrella, la misma que todavía me ilumina, el amor de la Gran Madre y todo fluía con libertad en un inmenso océano. 
Sin embargo los días que corrían me tiran hacia abajo, o mejor dicho yo mismo me tiraba abajo. Se tornaba cada vez más difícil de respirar, de tratar de no sentirme ahogado. Si todo seguía así no creo iba a aguantar mucho y me hubiese hundido, me hubiese ahogado. 
Intentaré no rendirme, porque algo me dice que aún no es tiempo. Pero hay cierto miedo dentro de mí que no se manifiesta de forma clara. Este podría ser el fin de mí y de todo lo que sé. Sin embargo trataré de no dejar abandonarme a mi mismo. 
A veces, pongo frente a mí todos los planes que alguna vez hice y aquellos sueños que alguna vez tuve. Me encuentro en un mundo que constantemente trata de llevárselos lejos, en cambio no sé cómo lo hacen y ellos siempre vuelven a mí. Entonces los llevo en conmigo, junto al fuego que da luz a mi vida. 
Todo este tiempo tan solo he estado demasiado ciego como para entender lo que en realidad debería de importarme. La Gran Madre vuelve a reír para mí o creo que soy yo el que le vuelve a sonreír a Ella. Porque ella siempre nos está sonriendo. No es importante lo que tengo o poseo, sino lo que estoy viviendo y sintiendo. 
Sé que hay mucha voluntad y fe en mí. Y hay mucho más en mí de lo que tú puedes creer y hay más en mi de lo que puedes ver. Podría ser el fin de mí y todo lo que sé, sin embargo, trataré de no darme por vencido tan fácilmente.

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